Cultivar relaciones por encima de alianzas de financiación
La confianza, de alguna forma, es un factor determinante para mantener el espacio, la exploración y la creación conjunta entre activistas de base, donantes y otros facilitadores de la sociedad civil. Puede ser asumida en el tiempo, inmediata como virtud de valores compartidos o más importante, habilitada por intención y bondad. Desafortunadamente, la confianza es bastante limitada dentro de las interacciones actuales entre estos actores.
La campaña Revolución Solidaria para el Activismo nació como un esfuerzo liderado por activistas de base que piden una transformación colectiva de estas relaciones tan fracturadas e incluso brindó oportunidades de diálogos para emprender un aprendizaje colectivo basado en la confianza entre activistas de base, donantes y otros facilitadores. Me uní a esta campaña en el rol de amigo crítico. En mis observaciones a través de las reflexiones y el conocimiento de los diálogos que se realizaron con donantes, resalta que curar un espacio seguro no ha sido fácil. La confianza no es fácil. Entre los activistas, la confianza establece el tono de cómo las personas se involucran e inspiran mientras se responsabilizan mutuamente. Entre los financiadores, surgen muchas incertidumbres debido a las dinámicas de poder a nivel individual e institucional. Estas son las mismas incertidumbres que determinan cómo se nutren las relaciones. Por ejemplo, uno de los activistas que participó en los diálogos compartió cómo un financiador se alejó después de descubrir que no trabajaban en el mismo tema. Lo que significa que la falta de interés creado en un tema temático específico impidió que ambas partes aprendieran de manera significativa entre sí.
Otro ejemplo es mantener la participación dentro del proceso de aprendizaje. Donde el privilegio de optar por no participar en el viaje recae en los facilitadores. Aunque los activistas podían elegir en qué participar; mantuvieron su compromiso con los diálogos por la importancia que tienen estos espacios para sus movimientos. Esto refleja cuán lineal puede ser nuestra asociación con el aprendizaje: en un silo, predeterminado/prescriptivo e intelectualizado. Se asemeja al panorama más amplio en el sector de desarrollo donde el espacio no puede existir fuera de un marco o financiación predeterminados. Un ecosistema que permite trabajar en silos e integrar medidas performativas que pueden ser intelectualizadas. Reflexionando sobre mi propio activismo, veo cómo se niega al activismo de base el poder de la interseccionalidad, a menos que esté permitido y sea importante hacerlo.
Me recuerda lo difícil que era ser queer y abogar por la justicia climática antes del Acuerdo de París a principios de 2014. Los asuntos LGBTIQ+ solo estaban habilitados dentro de los esfuerzos de litigación estratégica y de salud pública. De igual forma, en 2017 cuando era inimaginable vincular la Salud y los Derechos Sexuales y Reproductivos con la justicia climática. Estas narrativas son similares a las experiencias de Naro, Dalia y Christina, tres de los cinco activistas que cocrearon la Revolución Solidaria para el Activismo. Esto nos recuerda que el rol de “facilitar” el activismo puede tener prejuicios de género y capacitistas a pesar de sus buenas intenciones. Nawa y Sam, también cocreadores de la campaña, compartieron además cómo a menudo se puede negar “ubuntu” al posicionamiento africano sobre las problemáticas. Un sistema construido sobre el salvadorismo que solo reconoce formas variantes de lucha y desafío carentes de dignidad o humanidad. La sobreintelectualización de causas y movimientos que obligan a priorizar un tema sobre otro. El complejo industrial de desarrollo dejaría de existir si realmente abordara los desafíos del mundo a nivel práctico y estructural. Los financiadores, asesores e intermediarios no tendrían por qué existir si abordáramos las muchas circunstancias que enfrentan las personas más rezagadas por culpa de sus gobiernos y comunidades.
La campaña Revolución Solidaria para el Activismo reconoce cuán único e inseguro es ejercer la acción cívica y desafiar los sistemas del siglo XXI. Estos sistemas se basan en estructuras de reconocimiento, valor y democracia coloniales, racistas, capacitistas y con prejuicios de género. Prosperan dividiendo y conquistando porque no habría razón para existir si los problemas se abordaran de manera sistémica. Las injusticias generacionales no pueden resolverse dentro de una estrategia o ciclo de financiación de tres años. Especialmente cuando uno tiene que preocuparse por obtener protección social, descansar y cumplir sus sueños mientras se está en el activismo. Si tenemos que continuar desafiando, criticando y cuestionando temas estratégicos dentro de los silos dominados por financiadores, asociaciones de beneficiarios y comités asesores, entonces cambiar el poder es un sueño aplazado. Una solución a este desafío de aprendizaje normativo y conservación del espacio es literalmente lo contrario. Se trata de encontrar actores no relacionados que enfrenten los mismos desafíos en cuanto al poder y la financiación y emprender un proceso de aprendizaje sobre cómo mejorar. Requiere cuidado, intención y amabilidad para mantener el espacio como lo hemos hecho bajo la campaña Revolución Solidaria para el Activismo.
Dumiso Gatsha colabora con CIVICUS como amigue crítico, es parte del grupo asesor inaugural del Diversity and Inclusion Group for Networking and Action, exparticipante del Goalkeeper Youth Action Accelerator y activista feminista queer panafricane que trabaja en el nexo de los derechos humanos y el desarrollo sostenible.